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Mi Libro: "Rondadores de Dimensiones"
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Mi Libro: "Rondadores de Dimensiones"
Pueees bueno, este es un libro que he empezado a escribir y que iré desarrollando poco a poco. Quizás os guste, aun solo tengo el primer capítulo y es algo corto pero poco a poco iré desarrollando más la historia.
Todo lo que le rodeaba se había vuelto una absurda y cruel fantasía. Si el joven miraba al cielo, en el lugar en el que deberían habitar las nubes se discernían ahora enormes cúmulos de llamas que sobre un infinito lienzo carmesí se mostraban estáticas, algo imposible teniendo en cuenta cualquier norma física humana considerando que un viento atroz, semejante al de una tormenta, azotaba todo el lugar provocando invisibles ciclones. Estos torbellinos en su epicentro transportaban un fuerte olor a azufre, sin duda extraído de aquellas antorchas en libertad que se alzaban sobre el cielo.
A su alrededor sólo había un páramo desolado y árido; aunque lo que le rodeaba parecía una ciudad, estaba completamente deshabitada y en ruinas; incluso había cientos de esqueletos humanos regados por el suelo. Las paredes de aquella enorme y amurallada metrópolis medieval tomaban un color ocre fulgurante al tener como única iluminación aquellas nubes flamígeras que se alzaban sobre su testa. En el centro de aquella derruida ciudad, justo frente a él, se hallaba un inmenso castillo de arquitectura gótica que a diferencia de la gigantesca urbe que lo envolvía se mostraba intacto, sin ningún desperfecto aparente.
El inmenso portón estaba abierto de par en par, aunque desde el exterior, el interior de aquella enorme estructura sólo parecía opaco y lóbrego, no se podía vislumbrar lo más mínimo más allá de las jambas de la puerta. De pronto, una tenue luz ardiente comenzó a emerger del pasillo fantasmal que se extendía tras cruzar el umbral; sin embargo, la silueta que emergió de aquella siniestra oscuridad no era un humano, de hecho no sabía como se podía catalogar a una existencia así.
Aunque la silueta del ser estaba perfectamente definida con la forma y estatura normal de un humano, la materia de la que estaba formado era invisible y de translucidez viscosa, como si estuviera compuesto de mercurio y este ardiera en un fulgor infernal. En lo que podría definirse como el rostro de aquella criatura se mantenían inmóviles dos pequeñas cuentas de luz dorada que a cualquiera se le antojarían similares a ojos.
– ¿Qué eres tú...? – Escuchó como un eco en su cabeza el muchacho. El ser le hablaba directamente a la mente como si dispusiera de algún tipo de telepatía. Realmente el idioma en el que hablaba parecía rudimentario y era totalmente desconocido para él; pero por alguna extraña razón entendía con total eficacia cada palabra que la criatura pronunciaba.
El joven, de cabello azabache y desaliñado, ojos grises y la apariencia de un muchacho de dieciocho años aproximadamente; se mostraba aterrorizado ante aquel cúmulo de absurda hecatombe con forma de mundo que se extendía frente a él. Por un momento pensó que estaba dormido y aquello sólo era una pesadilla fantasmagórica con la que su molesta imaginación le estaba torturando. Pero por más que intentara despertar su mente le mantenía preso en aquella ilusión caótica.
– ¿Cuál es tu nombre, insecto? – Volvió a resonar aquella voz con un tono atronador en su cabeza.
– Lion... Gallaher... – Respondió el muchacho asustado.
– Lion... – Prosiguió la voz metálica en su mente. Durante unos segundos se mantuvo en silencio para luego posar la atención de aquellos orbes fulgurantes sobre cierto objeto que el muchacho llevaba envainado en su cinto. En el lateral izquierdo de su cintura, usando el cinturón como vaina, tenía sujeta una daga con una esfera color ámbar incrustada en la guarda, que por alguna razón resplandecía con un halo dorado– Ese Raktas... Así que eres un Ídgaran.
De pronto, las llamas que envolvían aquel cuerpo mercurial se prendieron más furiosamente, como si el ser se hubiera enfurecido al percatarse de que era una de esas cosas, cuyo nombre no alcanzaba a comprender.
– ¿Un qué? – Preguntó el muchacho aterrorizado, reculando sobre el terreno varios pasos al presentir que aquella criatura diabólica iba a saltar encima de él de un momento a otro.
– ¿Qué demonios hace un humano aquí? – Una nueva voz se escuchó en el lugar. Esta no provenía de su mente como la de aquella criatura antropomórfica, sino que venía directamente de la espalda del muchacho. Este, girando sobre sus talones se dio media vuelta para contemplar el origen de aquella voz; sobre las arcillosas y desgatadas tejas de uno de los cientos de edificios abandonados y derruidos que constituían aquella ciudad fantasma se hallaban cinco siluetas, cada uno tenía una altura y corpulencia distinta, pero todos llevan su cuerpo cubierto con una túnica negra y sus testas con capuchas de igual color.
– Mira, Aldrick, ¿No es ese el antiguo Raktas del maestro? – Enunció otra voz, distinta de la primera y con un tono claramente femenino. El muchacho no adivinaba la apariencia de ninguno de ellos, de hecho con esas túnicas y capuchas negras le parecía estar en presencia de cinco parcas juntas; lo cual no es que lo tranquilizara demasiado.
– Te he dicho mil veces que no me llames por mi nombre humano, Kirya. Y si... Ese es el Raktas del maestro... ¿Por qué demonios lo tiene ese crío? – Con tanto hablar del tal Raktas de las narices el atemorizado Lion se percató de qué hablaban y llevó su atención hacia la daga que brillaba en su cinto, suponiendo que se refirieran a eso. Aunque realmente con todo aquel cúmulo de fantasía demencial que le rodeaba se encontraba en tal estado de shock que las palabras no le salían de la garganta para poder pedir una explicación.
– Si tiene el Raktas del maestro debe ser por alguna razón importante, aunque el maestro haya muerto es mejor que protejamos a este humano, por su cara de ensimismamiento parece no tener ni idea de donde está. – Enunció un tercer individuo, la cual reconoció, era la misma que le hizo darse la vuelta al hacer su aparición en el lugar aquellos enigmáticos encapuchados.
Sin embargo, aquella tertulia tan amena y despreocupada fue interrumpida por un rugido metálico y chirriante que con una potencia sonora tal como para propagarse por toda la ciudad golpeó con fuerza los oídos de los cinco encapuchados y del joven Lion, llevándose los seis individuos las manos a los oídos con un fuerte dolor de cabeza.
– ¡¿Qué hacen los Ídgaran en mi territorio?! ¡Vais a morir bastardos! – Aquella criatura del pandemónium parecía estar más iracunda que nunca. Y ante semejante alarido y la presión en el aire que despertaba aquel instinto asesino tan atroz, el muchacho no pudo sino recular asustado y caer con las posaderas en el suelo, con los ojos abiertos como platos y esperando que fuera sueño o realidad acabara pronto, aunque fuera con su muerte.
Uno de aquellos encapuchados saltó con una inmensa velocidad del edificio, era el más pequeño o pequeña, quién sabe, con esas túnicas tan anchas era difícil diferenciar entre sexos. La velocidad que alcanzó sin duda no era humana; y tampoco lo era la percepción visual del encapuchado que a su alrededor veía el mundo lento y viscoso, a causa de la enorme diferencia entre la velocidad del propio tiempo y la suya.
Tal aceleración causó que la capucha se replegara hacia atrás y su rostro quedara al descubierto. Se trataba de una mujer, de unos veinte años aproximadamente, su cabello era de un color blanco como la nieve, cayendo liso hasta sus hombros. Pero sin duda el detalle más extraño era el color de su piel ¡Era gris! Cuando por fin el muchacho creía haber encontrado humanos como él en aquella metrópolis infernal resultaba que seguían apareciendo más bichos raros.
– ¡Dejádmelo a mi, puedo yo sola! – Exclamó la joven mientras se encontraba en el aire, y parecía extraer de debajo de la túnica dos circunferencias de acero. Eran dos Chakrams, un arma arrojadiza que a decir verdad Lion nunca había visto en directo. La muchacha de oscura piel grisácea los lanzó cuando aun se encontraba en el aire y estos se clavaron en aquella criatura demoníaca, atravesando la viscosa capa de piel mercurial pero deteniéndose en seco de pronto.
– ¡Deja de actuar a lo loco, Kirya! ¡Tú no puedes quebrar los huesos de esa bestia! – Exclamó el primero de sus compañeros, el primero que habló cuando aparecieron. Así que eran los huesos de esa bestia los que habían parado el impacto de los Chakrams tan fácilmente. Acto seguido el individuo que había gritado saltó tras de ella con una lanza larga en la mano y se interpuso entre la que se hacía llamar Kirya y aquella criatura, clavando la lanza en el suelo y comenzando esta de pronto a aumentar su longitud y su grosor hasta formar un gigantesco cilindro de metal que a continuación sirvió como muro para detener una andanada de fuego lanzada por la criatura directamente hacia la muchacha. Al parecer estaban acostumbrados a luchar contra seres como esos, pues había incluso adivinado lo que haría esa criatura para contraatacar la ofensiva de los chakrams.
Aquellos individuos no eran humanos. El chico que saltó para ayudar a su compañera también había perdido la capucha que cubría su rostro y mostró como la primera que su piel era de un color grisáceo oscuro, pero a diferencia de la muchacha, sus cabellos conformaban una melena de tonos platinados que caía directamente sobre su espalda hasta prácticamente el final de esta.
– Sólo uno de nosotros puede cortar los huesos de un Gryand y matarlo... ¡Shana! – Al parecer aquel monstruo era tan aterrador como Lion lo había imaginado, ya que sólo uno de esos extraños seres podía hacerle frente. Al muchacho le intrigó cuando escuchó el nombre de una mujer, ya que al hablar sobre quebrar huesos imaginaba a un hombre fortachón. Cuando viró su mirada hacia donde estaban los tres encapuchados restantes uno de ellos se adelantó dando pequeños pasos y realizando pequeños estiramientos con el cuello y los brazos, que al estar envueltos por aquella ancha túnica resultaban un tanto graciosos.
– Ya voy, ya voy... – Una voz femenina emergió de entre las fauces de oscuridad que ocultaban el rostro de la fémina bajo la capucha, al parecer eran al menos dos mujeres en el grupo. Pero lo más sorprendente sin duda fue cuando observó como esta introducía las manos en el interior de la túnica y comenzaba a extraer dos espadas de gran tamaño, dos Zweihander, espadas que cualquier humano normal debería empuñar a dos manos y que sin embargo la nueva fémina empuñaba con sólo una y con una facilidad tan pasmosa como el que empuña una daga.
La mujer saltó del tejado y comenzó a correr en dirección a la criatura. En ese instante el que le había dado la orden de atacar encogió aquel gigantesco cilindro en la lanza que originalmente era y dejó paso libre para la guerrera que se hacía llamar Shana, la cual con una embestida digna de un toro ensartó a la criatura con una doble estocada, colocando ambas espadas en paralelo, justo sobre el pecho de la criatura, escuchándose un crujido metálico cuando estas atravesaron la piel mercurial y luego dibujando una cruz con ambas puntas, terminando de rebanar el metálico esqueleto de aquella bestia como si tan solo fuera mantequilla. A continuación el demonio de mercurio y fuego lanzó un inmenso y colérico rugido para luego consumirse en sus propias llamas y desaparecer sin quedar ni rastro de su existencia. Cuando aquello acabó, la mujer, impasible, serena o quizás soberbia, tan solo envainó nuevamente las dos grandes espadas dentro de aquella túnica. La capucha, como las de sus compañeros, se había volado con el viento durante la embestida, y ahora una larga melena roja como la sangre se podía admirar con todo detalle, su pelo era más largo que el de la otra chica Kirya, así como también era más alta y sus facciones eran más maduras y elegantes que las de su compañera que sin embargo tenía unos rasgos faciales más aniñados.
– La próxima vez que me des algo parecido a una orden acabarás como el Gryand, Syfrith – Enunció Shana dirigiendo su rostro hacia el hombre de la lanza con una mirada intimidante. Sin duda no era solo aquella fuerza abismal lo único que imponía de aquella guerrera de enormes espadas, sino también su espíritu guerrero, tan grande que incluso se podía palpar en el aire el hálito de su bravura.
– Lo siento, lo siento, no era mi intención molestarte – La respondió con una mirada de vergüenza y leve pavor el hombre de la lanza. El tal Syfrith era bastante más alto que la guerrera y su masa muscular parecía estar bastante más entrenada, sin embargo por alguna razón incluso un hombretón como él le temía a esa mujer; y cierto era que viendo lo que acababa de presenciar Lion no era difícil temerla.
Los dos individuos que seguían sobre el tejado del derruido edificio habían bajado mientras tanto y con apacible caminar llegaban ahora a encontrarse con sus compañeros.
– Con esa actitud nunca te vas a echar un novio, Shana – Musitó uno de los dos nuevos individuos, con una carcajada bastante socarrona y burlesca. A continuación se retiró la capucha como sus otros tres compañeros y su rostro y cabellos quedaron al descubierto para Lion. Este cuarto individuo tenía los cabellos de un color carmesí que junto con su oscura piel grisácea y sus ojos esmeralda causaban un contraste de colores bastante extraño a la vista. Mucho más llamativo que el de sus camaradas.
– Algún día terminaré matándote, Vladriel – Enunció amenazante aquella brava mujer mientras hacía el amago de querer extraer de nuevo las dos Zweihander de la túnica y seguir despedazando a sus enemigos, o a sus aliados, en este caso. Sin embargo el de larga cabellera plateada, el que se hacía llamar Syfrith le puso la mano en la muñeca y le hizo un leve gesto con la testa como negativa a su imponente sangre fría.
De pronto un grito de cólera o temor, no sabría describirse muy bien, emergió entre aquel coro de guerreros de piel grisácea, era Lion que ahora ya no sabía si había perdido del todo la cordura pero no aguantaba más el sentirse un espectador de su propia vida.
– ¡¿Quién demonios sois?! ¡¿Qué es este lugar?! ¡¿Cómo he llegado aquí?! – Exclamó Lion enormemente irritado por ver como aquellos individuos después de salvarle la vida ignoraban su existencia y se ponían a parlotear alegremente entre ellos sin darle la más mínima importancia a él, el verdadero forastero en aquella tierra o mundo o lo que diantres fuera el lugar en el que se encontraba. El quinto de los encapuchados, que había permanecido hasta el momento en silencio y aun ocultaba su rostro con la capucha, parecía juguetear de forma maquiavélica con los dedos de su mano derecha, agitándolos como si quisiera ahogar el cuello de Lion si lo llegaran a rodear. Este quinto encapuchado no parecía un sujeto muy sociable, y la actitud de Lion parecía haberle irritado en demasía, pero pareció controlarse ante la mirada que le dirigió el tal Syfrith y relajó sus articulaciones. Al menos por esta vez.
– Demasiadas preguntas en muy poco tiempo, chico. Pero las iré respondiendo como pueda. Nosotros somos los Ídgaran, una raza de guardianes dimensionales – Enunció el tal Syfrith. ¿Dimensionales? Desde luego cada vez entendía menos, en un principio creía que estaba en una pesadilla, luego que había muerto y había ido a parar, por razones que desconocía, al inframundo, pero ahora resultaba que aquello no era ni lo uno ni lo otro.
– ¿Guard...? – Lion iba a hacer otra pregunta pero entonces vio como los dedos del quinto encapuchado comenzaban a agitarse de nuevo como si quisieran ahogarle. Al parecer a ese irritable y silencioso ser no parecía gustarle que el muchacho intentara hacer otra pregunta antes de que le hubieran respondido a las que ya había hecho. Por lo cual optó por callarse antes de que finalmente decidiera intercambiar el aire por su cuello como tanto ansiaban aquellas falanges de psicópata.
– Siendo un humano, el nombre de este lugar no te concierne, sólo has de saber que es una dimensión alternativa a tu mundo. – Prosiguió con su explicación Syfrith – Y el como has llegado aquí siendo un simple humano no lo sé, pero sospecho que la razón debe ser eso.
El joven de argénteos cabellos señaló entonces a la daga que portaba envainada en su cintura, usando el cinturón como agarre para que esta no resbalara al suelo. La esfera de color ámbar que se encontraba engarzada en su guarda antes emitía un fulgurante resplandor continuo, sin embargo ahora simplemente parpadeaba, detalle que le extrañó a Lion, pero antes de poder preguntar por ello Syfrith pareció leerle la mente y le respondió.
– Creo que es hora de que nos despidamos, sólo eres un humano, no sabes mantener la concentración lo suficiente para que tu Raktas te mantenga una cantidad de tiempo ilimitado en una dimensión ajena, en unos segundos volverás a tu mundo. – Comentó con una amable sonrisa. De todos aquellos misteriosos e incluso siniestros encapuchados Syfrith parecía el único amable y que no se mostraba intimidante. Incluso parecía como si fuera el portavoz del resto.
Como pronosticó el Ídgaran de cabellos plateados, el cuerpo de Lion comenzó a envolverse de un resplandor dorado para luego fraccionarse y dividirse como simples luciérnagas de luz que con apacible vuelo se desvanecieron en el aire dejando solos en aquel mundo fantasmal a los cinco individuos de grisácea piel.
De pronto los ojos de Lion se abrieron, con bastante pesadumbre cabría añadir. Sus párpados parecían estar pegados y sus mejillas enrojecidas, como si sus ojos hubieran lagrimeado por el terror que había sufrido en aquella pesadilla o viaje o lo que diantres fuera lo que acababa de ocurrir.
Poco a poco se incorporó lentamente. Estaba echado sobre su cama, lo cual lo dejó aun más confuso ¿Había sido todo un sueño o aquello había sido real? Lo que si tenía claro es que algo era real, la daga, aquel objeto al que esos individuos llamaban Raktas estaba justo a su lado, depositada sobre el lecho, a escasos centímetros de él. Al parecer se había quedado dormido agarrándola en su mano, por lo cual no había forma de saber si todo lo vivido era un sueño o realmente mientras estaba dormido activó el extraño poder de la daga.
Prólogo: Un viaje inesperado
¿Donde empieza lo irreal y acaba la realidad? ¿Donde acaban los límites que nuestra imaginación pueden concebir y empieza la más inhóspita fantasía?
¿Donde empieza lo irreal y acaba la realidad? ¿Donde acaban los límites que nuestra imaginación pueden concebir y empieza la más inhóspita fantasía?
Todo lo que le rodeaba se había vuelto una absurda y cruel fantasía. Si el joven miraba al cielo, en el lugar en el que deberían habitar las nubes se discernían ahora enormes cúmulos de llamas que sobre un infinito lienzo carmesí se mostraban estáticas, algo imposible teniendo en cuenta cualquier norma física humana considerando que un viento atroz, semejante al de una tormenta, azotaba todo el lugar provocando invisibles ciclones. Estos torbellinos en su epicentro transportaban un fuerte olor a azufre, sin duda extraído de aquellas antorchas en libertad que se alzaban sobre el cielo.
A su alrededor sólo había un páramo desolado y árido; aunque lo que le rodeaba parecía una ciudad, estaba completamente deshabitada y en ruinas; incluso había cientos de esqueletos humanos regados por el suelo. Las paredes de aquella enorme y amurallada metrópolis medieval tomaban un color ocre fulgurante al tener como única iluminación aquellas nubes flamígeras que se alzaban sobre su testa. En el centro de aquella derruida ciudad, justo frente a él, se hallaba un inmenso castillo de arquitectura gótica que a diferencia de la gigantesca urbe que lo envolvía se mostraba intacto, sin ningún desperfecto aparente.
El inmenso portón estaba abierto de par en par, aunque desde el exterior, el interior de aquella enorme estructura sólo parecía opaco y lóbrego, no se podía vislumbrar lo más mínimo más allá de las jambas de la puerta. De pronto, una tenue luz ardiente comenzó a emerger del pasillo fantasmal que se extendía tras cruzar el umbral; sin embargo, la silueta que emergió de aquella siniestra oscuridad no era un humano, de hecho no sabía como se podía catalogar a una existencia así.
Aunque la silueta del ser estaba perfectamente definida con la forma y estatura normal de un humano, la materia de la que estaba formado era invisible y de translucidez viscosa, como si estuviera compuesto de mercurio y este ardiera en un fulgor infernal. En lo que podría definirse como el rostro de aquella criatura se mantenían inmóviles dos pequeñas cuentas de luz dorada que a cualquiera se le antojarían similares a ojos.
– ¿Qué eres tú...? – Escuchó como un eco en su cabeza el muchacho. El ser le hablaba directamente a la mente como si dispusiera de algún tipo de telepatía. Realmente el idioma en el que hablaba parecía rudimentario y era totalmente desconocido para él; pero por alguna extraña razón entendía con total eficacia cada palabra que la criatura pronunciaba.
El joven, de cabello azabache y desaliñado, ojos grises y la apariencia de un muchacho de dieciocho años aproximadamente; se mostraba aterrorizado ante aquel cúmulo de absurda hecatombe con forma de mundo que se extendía frente a él. Por un momento pensó que estaba dormido y aquello sólo era una pesadilla fantasmagórica con la que su molesta imaginación le estaba torturando. Pero por más que intentara despertar su mente le mantenía preso en aquella ilusión caótica.
– ¿Cuál es tu nombre, insecto? – Volvió a resonar aquella voz con un tono atronador en su cabeza.
– Lion... Gallaher... – Respondió el muchacho asustado.
– Lion... – Prosiguió la voz metálica en su mente. Durante unos segundos se mantuvo en silencio para luego posar la atención de aquellos orbes fulgurantes sobre cierto objeto que el muchacho llevaba envainado en su cinto. En el lateral izquierdo de su cintura, usando el cinturón como vaina, tenía sujeta una daga con una esfera color ámbar incrustada en la guarda, que por alguna razón resplandecía con un halo dorado– Ese Raktas... Así que eres un Ídgaran.
De pronto, las llamas que envolvían aquel cuerpo mercurial se prendieron más furiosamente, como si el ser se hubiera enfurecido al percatarse de que era una de esas cosas, cuyo nombre no alcanzaba a comprender.
– ¿Un qué? – Preguntó el muchacho aterrorizado, reculando sobre el terreno varios pasos al presentir que aquella criatura diabólica iba a saltar encima de él de un momento a otro.
– ¿Qué demonios hace un humano aquí? – Una nueva voz se escuchó en el lugar. Esta no provenía de su mente como la de aquella criatura antropomórfica, sino que venía directamente de la espalda del muchacho. Este, girando sobre sus talones se dio media vuelta para contemplar el origen de aquella voz; sobre las arcillosas y desgatadas tejas de uno de los cientos de edificios abandonados y derruidos que constituían aquella ciudad fantasma se hallaban cinco siluetas, cada uno tenía una altura y corpulencia distinta, pero todos llevan su cuerpo cubierto con una túnica negra y sus testas con capuchas de igual color.
– Mira, Aldrick, ¿No es ese el antiguo Raktas del maestro? – Enunció otra voz, distinta de la primera y con un tono claramente femenino. El muchacho no adivinaba la apariencia de ninguno de ellos, de hecho con esas túnicas y capuchas negras le parecía estar en presencia de cinco parcas juntas; lo cual no es que lo tranquilizara demasiado.
– Te he dicho mil veces que no me llames por mi nombre humano, Kirya. Y si... Ese es el Raktas del maestro... ¿Por qué demonios lo tiene ese crío? – Con tanto hablar del tal Raktas de las narices el atemorizado Lion se percató de qué hablaban y llevó su atención hacia la daga que brillaba en su cinto, suponiendo que se refirieran a eso. Aunque realmente con todo aquel cúmulo de fantasía demencial que le rodeaba se encontraba en tal estado de shock que las palabras no le salían de la garganta para poder pedir una explicación.
– Si tiene el Raktas del maestro debe ser por alguna razón importante, aunque el maestro haya muerto es mejor que protejamos a este humano, por su cara de ensimismamiento parece no tener ni idea de donde está. – Enunció un tercer individuo, la cual reconoció, era la misma que le hizo darse la vuelta al hacer su aparición en el lugar aquellos enigmáticos encapuchados.
Sin embargo, aquella tertulia tan amena y despreocupada fue interrumpida por un rugido metálico y chirriante que con una potencia sonora tal como para propagarse por toda la ciudad golpeó con fuerza los oídos de los cinco encapuchados y del joven Lion, llevándose los seis individuos las manos a los oídos con un fuerte dolor de cabeza.
– ¡¿Qué hacen los Ídgaran en mi territorio?! ¡Vais a morir bastardos! – Aquella criatura del pandemónium parecía estar más iracunda que nunca. Y ante semejante alarido y la presión en el aire que despertaba aquel instinto asesino tan atroz, el muchacho no pudo sino recular asustado y caer con las posaderas en el suelo, con los ojos abiertos como platos y esperando que fuera sueño o realidad acabara pronto, aunque fuera con su muerte.
Uno de aquellos encapuchados saltó con una inmensa velocidad del edificio, era el más pequeño o pequeña, quién sabe, con esas túnicas tan anchas era difícil diferenciar entre sexos. La velocidad que alcanzó sin duda no era humana; y tampoco lo era la percepción visual del encapuchado que a su alrededor veía el mundo lento y viscoso, a causa de la enorme diferencia entre la velocidad del propio tiempo y la suya.
Tal aceleración causó que la capucha se replegara hacia atrás y su rostro quedara al descubierto. Se trataba de una mujer, de unos veinte años aproximadamente, su cabello era de un color blanco como la nieve, cayendo liso hasta sus hombros. Pero sin duda el detalle más extraño era el color de su piel ¡Era gris! Cuando por fin el muchacho creía haber encontrado humanos como él en aquella metrópolis infernal resultaba que seguían apareciendo más bichos raros.
– ¡Dejádmelo a mi, puedo yo sola! – Exclamó la joven mientras se encontraba en el aire, y parecía extraer de debajo de la túnica dos circunferencias de acero. Eran dos Chakrams, un arma arrojadiza que a decir verdad Lion nunca había visto en directo. La muchacha de oscura piel grisácea los lanzó cuando aun se encontraba en el aire y estos se clavaron en aquella criatura demoníaca, atravesando la viscosa capa de piel mercurial pero deteniéndose en seco de pronto.
– ¡Deja de actuar a lo loco, Kirya! ¡Tú no puedes quebrar los huesos de esa bestia! – Exclamó el primero de sus compañeros, el primero que habló cuando aparecieron. Así que eran los huesos de esa bestia los que habían parado el impacto de los Chakrams tan fácilmente. Acto seguido el individuo que había gritado saltó tras de ella con una lanza larga en la mano y se interpuso entre la que se hacía llamar Kirya y aquella criatura, clavando la lanza en el suelo y comenzando esta de pronto a aumentar su longitud y su grosor hasta formar un gigantesco cilindro de metal que a continuación sirvió como muro para detener una andanada de fuego lanzada por la criatura directamente hacia la muchacha. Al parecer estaban acostumbrados a luchar contra seres como esos, pues había incluso adivinado lo que haría esa criatura para contraatacar la ofensiva de los chakrams.
Aquellos individuos no eran humanos. El chico que saltó para ayudar a su compañera también había perdido la capucha que cubría su rostro y mostró como la primera que su piel era de un color grisáceo oscuro, pero a diferencia de la muchacha, sus cabellos conformaban una melena de tonos platinados que caía directamente sobre su espalda hasta prácticamente el final de esta.
– Sólo uno de nosotros puede cortar los huesos de un Gryand y matarlo... ¡Shana! – Al parecer aquel monstruo era tan aterrador como Lion lo había imaginado, ya que sólo uno de esos extraños seres podía hacerle frente. Al muchacho le intrigó cuando escuchó el nombre de una mujer, ya que al hablar sobre quebrar huesos imaginaba a un hombre fortachón. Cuando viró su mirada hacia donde estaban los tres encapuchados restantes uno de ellos se adelantó dando pequeños pasos y realizando pequeños estiramientos con el cuello y los brazos, que al estar envueltos por aquella ancha túnica resultaban un tanto graciosos.
– Ya voy, ya voy... – Una voz femenina emergió de entre las fauces de oscuridad que ocultaban el rostro de la fémina bajo la capucha, al parecer eran al menos dos mujeres en el grupo. Pero lo más sorprendente sin duda fue cuando observó como esta introducía las manos en el interior de la túnica y comenzaba a extraer dos espadas de gran tamaño, dos Zweihander, espadas que cualquier humano normal debería empuñar a dos manos y que sin embargo la nueva fémina empuñaba con sólo una y con una facilidad tan pasmosa como el que empuña una daga.
La mujer saltó del tejado y comenzó a correr en dirección a la criatura. En ese instante el que le había dado la orden de atacar encogió aquel gigantesco cilindro en la lanza que originalmente era y dejó paso libre para la guerrera que se hacía llamar Shana, la cual con una embestida digna de un toro ensartó a la criatura con una doble estocada, colocando ambas espadas en paralelo, justo sobre el pecho de la criatura, escuchándose un crujido metálico cuando estas atravesaron la piel mercurial y luego dibujando una cruz con ambas puntas, terminando de rebanar el metálico esqueleto de aquella bestia como si tan solo fuera mantequilla. A continuación el demonio de mercurio y fuego lanzó un inmenso y colérico rugido para luego consumirse en sus propias llamas y desaparecer sin quedar ni rastro de su existencia. Cuando aquello acabó, la mujer, impasible, serena o quizás soberbia, tan solo envainó nuevamente las dos grandes espadas dentro de aquella túnica. La capucha, como las de sus compañeros, se había volado con el viento durante la embestida, y ahora una larga melena roja como la sangre se podía admirar con todo detalle, su pelo era más largo que el de la otra chica Kirya, así como también era más alta y sus facciones eran más maduras y elegantes que las de su compañera que sin embargo tenía unos rasgos faciales más aniñados.
– La próxima vez que me des algo parecido a una orden acabarás como el Gryand, Syfrith – Enunció Shana dirigiendo su rostro hacia el hombre de la lanza con una mirada intimidante. Sin duda no era solo aquella fuerza abismal lo único que imponía de aquella guerrera de enormes espadas, sino también su espíritu guerrero, tan grande que incluso se podía palpar en el aire el hálito de su bravura.
– Lo siento, lo siento, no era mi intención molestarte – La respondió con una mirada de vergüenza y leve pavor el hombre de la lanza. El tal Syfrith era bastante más alto que la guerrera y su masa muscular parecía estar bastante más entrenada, sin embargo por alguna razón incluso un hombretón como él le temía a esa mujer; y cierto era que viendo lo que acababa de presenciar Lion no era difícil temerla.
Los dos individuos que seguían sobre el tejado del derruido edificio habían bajado mientras tanto y con apacible caminar llegaban ahora a encontrarse con sus compañeros.
– Con esa actitud nunca te vas a echar un novio, Shana – Musitó uno de los dos nuevos individuos, con una carcajada bastante socarrona y burlesca. A continuación se retiró la capucha como sus otros tres compañeros y su rostro y cabellos quedaron al descubierto para Lion. Este cuarto individuo tenía los cabellos de un color carmesí que junto con su oscura piel grisácea y sus ojos esmeralda causaban un contraste de colores bastante extraño a la vista. Mucho más llamativo que el de sus camaradas.
– Algún día terminaré matándote, Vladriel – Enunció amenazante aquella brava mujer mientras hacía el amago de querer extraer de nuevo las dos Zweihander de la túnica y seguir despedazando a sus enemigos, o a sus aliados, en este caso. Sin embargo el de larga cabellera plateada, el que se hacía llamar Syfrith le puso la mano en la muñeca y le hizo un leve gesto con la testa como negativa a su imponente sangre fría.
De pronto un grito de cólera o temor, no sabría describirse muy bien, emergió entre aquel coro de guerreros de piel grisácea, era Lion que ahora ya no sabía si había perdido del todo la cordura pero no aguantaba más el sentirse un espectador de su propia vida.
– ¡¿Quién demonios sois?! ¡¿Qué es este lugar?! ¡¿Cómo he llegado aquí?! – Exclamó Lion enormemente irritado por ver como aquellos individuos después de salvarle la vida ignoraban su existencia y se ponían a parlotear alegremente entre ellos sin darle la más mínima importancia a él, el verdadero forastero en aquella tierra o mundo o lo que diantres fuera el lugar en el que se encontraba. El quinto de los encapuchados, que había permanecido hasta el momento en silencio y aun ocultaba su rostro con la capucha, parecía juguetear de forma maquiavélica con los dedos de su mano derecha, agitándolos como si quisiera ahogar el cuello de Lion si lo llegaran a rodear. Este quinto encapuchado no parecía un sujeto muy sociable, y la actitud de Lion parecía haberle irritado en demasía, pero pareció controlarse ante la mirada que le dirigió el tal Syfrith y relajó sus articulaciones. Al menos por esta vez.
– Demasiadas preguntas en muy poco tiempo, chico. Pero las iré respondiendo como pueda. Nosotros somos los Ídgaran, una raza de guardianes dimensionales – Enunció el tal Syfrith. ¿Dimensionales? Desde luego cada vez entendía menos, en un principio creía que estaba en una pesadilla, luego que había muerto y había ido a parar, por razones que desconocía, al inframundo, pero ahora resultaba que aquello no era ni lo uno ni lo otro.
– ¿Guard...? – Lion iba a hacer otra pregunta pero entonces vio como los dedos del quinto encapuchado comenzaban a agitarse de nuevo como si quisieran ahogarle. Al parecer a ese irritable y silencioso ser no parecía gustarle que el muchacho intentara hacer otra pregunta antes de que le hubieran respondido a las que ya había hecho. Por lo cual optó por callarse antes de que finalmente decidiera intercambiar el aire por su cuello como tanto ansiaban aquellas falanges de psicópata.
– Siendo un humano, el nombre de este lugar no te concierne, sólo has de saber que es una dimensión alternativa a tu mundo. – Prosiguió con su explicación Syfrith – Y el como has llegado aquí siendo un simple humano no lo sé, pero sospecho que la razón debe ser eso.
El joven de argénteos cabellos señaló entonces a la daga que portaba envainada en su cintura, usando el cinturón como agarre para que esta no resbalara al suelo. La esfera de color ámbar que se encontraba engarzada en su guarda antes emitía un fulgurante resplandor continuo, sin embargo ahora simplemente parpadeaba, detalle que le extrañó a Lion, pero antes de poder preguntar por ello Syfrith pareció leerle la mente y le respondió.
– Creo que es hora de que nos despidamos, sólo eres un humano, no sabes mantener la concentración lo suficiente para que tu Raktas te mantenga una cantidad de tiempo ilimitado en una dimensión ajena, en unos segundos volverás a tu mundo. – Comentó con una amable sonrisa. De todos aquellos misteriosos e incluso siniestros encapuchados Syfrith parecía el único amable y que no se mostraba intimidante. Incluso parecía como si fuera el portavoz del resto.
Como pronosticó el Ídgaran de cabellos plateados, el cuerpo de Lion comenzó a envolverse de un resplandor dorado para luego fraccionarse y dividirse como simples luciérnagas de luz que con apacible vuelo se desvanecieron en el aire dejando solos en aquel mundo fantasmal a los cinco individuos de grisácea piel.
***
De pronto los ojos de Lion se abrieron, con bastante pesadumbre cabría añadir. Sus párpados parecían estar pegados y sus mejillas enrojecidas, como si sus ojos hubieran lagrimeado por el terror que había sufrido en aquella pesadilla o viaje o lo que diantres fuera lo que acababa de ocurrir.
Poco a poco se incorporó lentamente. Estaba echado sobre su cama, lo cual lo dejó aun más confuso ¿Había sido todo un sueño o aquello había sido real? Lo que si tenía claro es que algo era real, la daga, aquel objeto al que esos individuos llamaban Raktas estaba justo a su lado, depositada sobre el lecho, a escasos centímetros de él. Al parecer se había quedado dormido agarrándola en su mano, por lo cual no había forma de saber si todo lo vivido era un sueño o realmente mientras estaba dormido activó el extraño poder de la daga.
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Re: Mi Libro: "Rondadores de Dimensiones"
¡Ey, está muy bueno! Me quedé curiosa por ver cómo seguía je ¿tenés pensado seguirla?
Zaar Caró
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Re: Mi Libro: "Rondadores de Dimensiones"
Tengo 3 capítulos más pero los colgué en otra página de escritores visto que aquí nadie lo leía XDD si eso a la noche los subo.
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Re: Mi Libro: "Rondadores de Dimensiones"
¡Buenísimo! Espero leerlos jaja
Estaría bueno que tuviese un poco más de actividad este foro... a mí me gustaría subir alguna que otra cosa, lástima que soy muy vaga para terminarlas ja
Estaría bueno que tuviese un poco más de actividad este foro... a mí me gustaría subir alguna que otra cosa, lástima que soy muy vaga para terminarlas ja
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