La Justicia en Taogami

El Palacio Imperial de Shamshiel era toda una ciudad palaciega porque en su interior se administraba todo el Imperio de Taogami. Era la corte del emperador y, además, la sede de la justicia del país. Evidentemente, a los criminales se les juzgaba en una zona periférica del gran complejo para evitar posibles contratiempos.

Aquel día marcaría un antes y un después en la vida de Taneki Akodo y de Hanzo Kakuma pero, en ambos casos, por razones bien diferentes. Mientras toda la corte imperial se reunía en una de las salas anexas al palacio, para presenciar el juicio trascendental que estaba en ciernes, Sen Zei temblaba de horror ante el gigantesco despliegue militar llevado a cabo en los arrabales de Sairon.

La represalia llevada a cabo por las fuerzas de seguridad del Imperio sería, a ojos de sus tácticos, precisa y mortal para la mayor parte de la yakuza de la ciudad. Todo este despliegue, pensado y orquestado de antemano, obedecía a todo un teatro de fuerte simbolismo porque, mientras miles de criminales eran capturados o ejecutados a las afueras de la ciudad, se llevaría a cabo un clarificador juicio con claros tintes políticos. El mensaje era claro: la justicia en Taogami no dejaba a nadie impune.

Cuestión bien distinta era por qué, si el ejército tenía tanto poder, no se acababa de una vez por todas con toda la yakuza del país. Quizás, sencillamente, porque eran necesarios para unos fines oscuros que el tiempo acabaría revelando.

Por tanto, mientras los arrabales eran asaltados y las fuerzas de seguridad detenían a cientos de delincuentes, en los anexos del Palacio Imperial se desplegó una compleja parafernalia para preparar a la corte para el juicio contra Hanzo Kakuma. En Taogami todo giraba en torno al emperador, su figura era muy enigmática pero para todos era la mano de Shamshiel en Sen Zei. Para algunos no había diferencia alguna entre la arcángel y él... o ella pues en su coronación se representaba, de forma simbólica, la forma en la que el alma del arcángel se posaba en el interior del cuerpo del nuevo emperador. Por ello, la justicia en Taogami emanaba directamente del emperador y se decía que un juez escuchaba directamente su voz. Para algunos era como si un juez escuchaba directamente a Shamshiel: la arcángel fundadora del Imperio de Taogami.

Boato y sobriedad formaban un extraño equilibrio mantenido por una serie de símbolos y de tradiciones ritualisticas difícilmente comprensibles para el profano. Una larga mesa separaba a al juez, situado en un trono de madera asentado sobre un podio de tres escalones, del acusado. La larga sombre del magistrado llegaba, gracias a un efecto de luz, hasta su cabeza y ello le daba a su presencia una imagen de deidad severa. El juez llevaba las ropas tradicionales del imperio y su cara estaba oculta tras una máscara de oro que representaba a la propia Shamshiel. Tan sólo hablaría para dar el veredicto.

A un lado permanecía en silencio un grupo de cortesanos del imperio, la mayoría permanecían de pie y en silencio pero, unos pocos, escribían sentados todo lo que acontecía en el juicio. A otro lado, unas cortesanas o geishas, hacían tocar instrumentos de cuerda en los momentos clave del juicio porque en la creación la música surgió con la luz. La música era parte de la palabra de Shamshiel y, si Shamshiel estaba presente, la música formaba parte del ritual.

En la mesa, que tenía unas grandes proporciones, tan sólo permanecían sentados dos magistrados clave. Uno llevaba el caso de Hanzo Kakuma, pero no en su defensa sino como acusación. El otro se encargaba de buscar la imparcialidad del primero. En Taogami se era culpable hasta que se demostrara lo contrario. Junto a estos había varios samurais, entre ellos Taneki Akodo, que permanecían de pie pero que, como partícipes en la captura de Hanzo, deberían dar su testimonio.

El propio Hanzo permanecía sentado, custodiado por dos guardias, y desatado. Si el criminal osaba alzar la mirada más de la cuenta, su cabeza rodaría sobre la mesa ¿Era un gesto de prepotencia por parte de Taogami? Sin duda.

- ¿Desea probar su inocencia? - en Taogami se era siempre culpable pero, el acusado, podría intentar demostrar que era inocente. Generalmente, aquello no tenía mucho sentido porque los magistrados tenían todo el control de proceso y el juez preparaba el veredicto de antemano; pero quizás este caso fuera diferente...

Los guardias se prepararon para llevarse al prisionero, Hanzo Kakuma, a su juicio. Era temprano y el sol apenas empezaba a iluminar el elegante pero macabro edificio que era aquella prisión.

Hanzo meditaba. Abrió los ojos cuando llegaron sus escoltas y se puso de pie lentamente. Estaba serio y su mirada daba siempre al frente.

Él sabía qué ocurriría en aquel juicio. Era parte de su contrato. Aún así, una ira creciente se revolcaba en su interior, pues había oído hablar que una redada violenta se estaba llevando a cabo en los Arrabales de Sairon.

Aquello... no era parte del contrato.

Antes de llevárselo, le ofrecieron cambiar su mono de color blanco de prisionero por un kimono de color negro mate, pues era la tradición y para mantener la elegancia del evento. Más hipocresía, más colorido y máscaras encima de infierno controlado por monstruos.

Hanzo accedió.

Para el viaje no le taparon los ojos, pues no era un secreto que iban al palacio imperial. Le condujeron hasta la gran sala donde se iba a llevar a cabo el espectáculo. No le presentaron a nadie, pero estaba familiarizado con el proceso e identificó al magistrado que defendería su inocencia, y por supuesto, a Taneki.

Bajó la cabeza, evitando mirar a nadie a sus rostros y espero hasta que le hicieron la pregunta.

- Sí - dijo de forma seca. Quiero probar que no he tenido nada que ver con el atentado de Kardas.

Los escribanos escribieron a toda prisa la respuesta de Hanzo Kakuma, para la mayoría fue una rotunda sorpresa pues todos esperaban que aquel juicio fuera rápido y ostentoso... No podían estar más equivocados.

El primer magistrado no dijo nada pero, girándose hacia el juez, se inclinó y las geishas de fondo comenzaron a entonar una canción acompañada por una bella música de cuerda, percusión y viento para, según el ritual, dar comienzo al juicio.


Más de una hora de la vida de los presente consistió en observar aquella obra de arte de vivo.

Cuando la música cesó, el juicio prosiguió. El cantar de los pájaros se escuchaba de fondo y los presentes parecían extasiados ante la belleza de la escena. En Occidente aquello sería incomprensible, pero en Taogami todo guardaba relación.

- Se llama a declarar a Taneki Akodo. - encargó el magistrado encargado de la acusación. En ese momento el samurai dió un paso al frente para situarse justo frente al juez y, en esa posición, se giró para darle la cara y clavó sus rodillas en el suelo para hacer una profunda reverencia.

-Por mi honor y por el bien del Imperio, juro decir toda la verdad.- sentenció con su mirada clavada en el tatami. Entonces, el magistrado comenzó a preguntar sin miramientos:

-Describa lo acontecido el día de la muerte de la embajadora.

-Me encontraba en el palco de la señora, allí también se encontraba un representante del decadente gobierno de Kardas. Como dictaba la tradición en ese país, debíamos asistir a un espeluznante espectáculo en el Coliseo de Faust- su gesto era adusto y sereno, no levantaba la mirada del suelo, pero su opinión era muy clara al respecto- Pero en un instante todo cambió. Una flecha acabó con la vida de la embajadora, cuando constaté de que esto fue así, observé la trayectoria del disparo y alcé el vuelo hasta el causante. A mis espaldas, el palco estalló y cuando aterricé en la azotea del incidente, escuché como un individuo descendía rápidamente. Al bajar, encontré a Hanzo a la carrera- dicho esto esto guardó un segundo de silencio- y le indiqué que parara, porque formaba parte del cuerpo de seguridad de Taogami y que requería retenerlo. Por supuesto, se negó y cuando intentó escapar utilicé la violencia adecuada a la situación. Usando artilugios y armamentos no aptos para un simple turista, el acusado escapó y, gracias a que resultó herido por mi katana, pude encontrarlo siguiendo el rastro de sangre. En nuestro segundo encuentro, se entregó.  Luchó honrando la tradición de Taogami.

El segundo magistrado, siguiendo su actitud  agente imparcial, preguntó en ese momento:

-¿Vio a Hanzo Kakuma hacer el disparo?

Taneki no dudo al dar la respuesta:

-No.

Taneki Akodo permanecía sereno, sin dejar que sus emociones se dejaran traslucir en sus gestos corporales aunque, en el fondo, eso era muy sencillo porque llevaba puesta una máscara tengu.

Taneki había descrito con bastante exactitud lo ocurrido durante aquel día. Pero confirmó que realmente no vio quién ejecutó el tiro de la flecha. Un silencio prolongado inundó la sala.

La música de las geishas inquietaba a Hanzo. Sentía las miradas de los demás sobre él, y el ritmo le añadía peso a toda la farsa.

El magistrado defensor alzó la voz.

- Nos gustaría escuchar la declaración de Hanzo Kakuma.

Se levantó y despacio se acercó a dónde estaba Taneki.

- Señor Kakuma, por favor haga una reverencia y jure decir toda la verdad - siguió este.

Forzando su orgullo, obedeció y realizó la misma reverencia que el ángel momentos antes.

- Juro decir toda la verdad.

- ¿Está usted de acuerdo con el testimonio del señor Akodo?

- No.

Las miradas se clavaron en él.

- Díganos, señor Kakuma, qué ha pasado según usted y su punto de vista.

Hanzo respiró profundo. En su contrato estaba descrito palabra a palabra lo que tendría que decir en tales situaciones y lo había ensayado mentalmente desde el momento en el que Taneki le seguía ferozmente.

- Me encontraba en Kardas en viaje de negocios, llevando productos de una compañía de seguridad de Taogami llamada Sekai Ryu para presentarlos a un cliente que tenían en este país. Después de la reunión con el cliente, decidí subir a la parte superior del edificio con los turistas mientras esperaba una confirmación sobre si les gustaban los productos. Luego ocurrió la explosión y Taneki Akodo llegó donde me encontraba, acusándome del atentado.

- ¿Había subido usted a la azotea?

- No.

- ¿Llevaba usted armas consigo?

- Sí, los productos que he ido a presentar. Dos espadas retráctiles portátiles y una herramienta de escalado. También llevaba tres esferas para producir pantallas de humo.

- Tal y como indican los testigos - dijo el magistrado.

El otro magistrado pidió permiso para hacer preguntas. El juez le dio permiso levantando la mano lentamente.

- Señor Kakuma. Los testigos también afirman que ha usado estas armas contra el señor Akodo e intentó huir haciendo uso de ellas.

- Taneki Akodo me había amenazado haciendo uso de su espada. Tuve miedo por mi vida y decidí defenderme con lo que tenía a mano, es decir, los productos de mi maleta.

- Ha usado usted las armas con bastante precisión. Cualquiera diría que tiene mucha experiencia con este tipo de herramientas. Por el otro lado, no nos consta que usted tuviera un puesto de trabajo en la susodicha compañía. ¿Qué tiene que decir sobre ello?

- Toda mi vida me he entrenado en dojos donde aprendí las técnicas y artes de un shinobi. Por eso también me ha contactado la compañía para probar estos objetos y hacer un control de calidad. Finalmente me ofrecieron viajar a otro país para presentarlo, pues yo parecía el más adecuado.

Diciendo eso espero a que el juicio continuara.

La situación comenzaba a tomar un cariz diferente y Taneki Akodo era muy consciente de ello. Un juego como el realizado contra Hanzo Kakuma nunca tendría haber tenido que realizar pues, lo general, era que el acusado se declarara culpable. En otros tantos, ambos magistrados daban la razón a la acusación y, en términos generales, todo quedaba en un mero proceso burocrático.

Poco a poco la situación empezaba a inclinarse a favor del acusado, aquello despertaba la sorpresa y, en algunos casos, la indignación de ciertos agentes de la seguridad del Imperio ¿Por qué no salían a la luz ciertas pruebas? ¿Por qué no había sido leído todo el expediente? ¿Qué necesidad había de omitir ciertos detalles? Ante dos declaraciones juradas, siempre se tomaba en primacía la de un agente del Estado; por lo que la liberación de Kakuma precisaba de algo más y, ese algo, estaba a punto de llegar.

-Señor Kakuma, tenemos fuentes que afirman que usted es, en el fondo, un humilde y fiel patriota- antes de que Hanzo pudiera responder-. Por supuesto, no responda a eso. No estamos aquí para juzgar su vocación de servicio ciudadano a Taogami. Por favor, que entren los acusados del caso Sairon 03/7/71.

En aquel momento tres personas, completamente conocidas por Hanzo, aparecieron por la puerta guiadas por todo un séquito de guardias: el primero de ellos era el Lobo, un antiguo secuestrados profesional que llevaba sus manos vendadas, sin duda no había recibido la cortesía de Hanzo durante su interrogatorio; el segundo era el Espíritu del Río, un hombre que no mostraba mácula de haber sido tocado pero que, en su mirada, no dudaba en lanzar una clara acusación hacia Hanzo; finalmente, la doncella, quizás una antigua amante de Hanzo o, sencillamente, una vieja amiga que ahora descubría la verdad en este asunto. El sexo no era motivo para evitar que el Imperio obtuviera la información que deseaba.

-Señor Kakuma, sabemos que es usted una persona íntegra y patriota. Sus pesquisas le llevaron a dar una serie de nombres en el interrogatorio. Díganos su relación con estos acusados del caso Sairon 03/7/71.

La sala se sumió en un profundo silencio, todos observaban a Hanzo y esperaban su respuesta. En sus manos estaba, seguramente, la vida de aquellas tres personas... Su futuro estaba ligado pero no tenía que ser, ni mucho menos, el mismo.

Un pequeño nudo se le formó en la garganta al shinobi al ver entrar a aquellos criminales. Pensaba que al haber confesado sus identidades, habrían desaparecido del mapa en el fondo de una celda de Taogami, en otro país o simplemente criando malvas en una sala de torturas.

Tomó una bocanada de aire profunda, pues no había motivos para entrar en alerta. Tenía dos cosas de su lado - el honor entre ladrones con el que algunos necios contaban, y el hecho de que realmente ninguno de aquellos criminales le había visto sin la máscara.

Excepto la doncella, Megumi Hayakawa, con quién compartía un pasado en común. Los dos eran asesinos, pero a ella le gustaba practicar la violencia y el crimen, mientras que Hanzo solamente perseguía un propósito.


La mirada de la mujer permanecía clavada en el acusado. Hanzo aún miraba al suelo.

- No hay relación alguna - dijo fríamente. Viviendo en los arrabales durante tantos años como yo acabas escuchando conversaciones ajenas.

No sentía arrepentimiento de haber entregado a aquellos malhechores. Solo significaban obstáculos sin honor. Ni tan siquiera aquella mujer merecía misericordia, y ella misma debía de saberlo.

El juicio poco a poco se transformaba en un esperpento, en una sátira de lo que resultaba ser el gobierno de Taogami y en una cruda burla frente a lo que debería ser la justicia en el Imperio. Los presentes, por supuesto, no decían nada y, seguramente, muchos no eran ni conscientes de la situación pero algunos, entre otros Taneki, empezaron a ver que aquello era, sencillamente, una farsa.

-Tenemos unas declaraciones suyas en las que apunta, en un interrogatorio realizado por el agente imperial Taneki Akodo, a estas tres personas. Según usted, son los causantes intelectuales del atentado contra la embajadora en Kardas, ¿es eso cierto?- el magistrado acusador había dejado a un lado su sacro papel para apoyar al acusado frente a la misma representación en la tierra de la justicia divina: el juez.

De una forma sutil y elegante, todas las pruebas quedaban ahora inhabilitadas. Hanzo, si respondía de forma adecuada, pasaba de ser un terrorista a un héroe nacional. Los tres nuevos acusados no salían de su asombro y todos ellos sabían que la causa de su nueva condición era debido a Kakuma. La mujer, quizás, era la que tenía los mayores y más profundos sentimientos hacia él: por un lado...¿cierto aprecio por un amorío pasado? Seguramente odio y desprecio, por haberla apuntado de aquella forma. Pasión y despecho, traición y amor eran, en definitiva, las razones por las que la mente de aquella mujer bullía tan rápido que hasta ella misma quedaba totalmente desconcertada.

¿Era cierto que Hanzo la había traicionado así? ¿Por qué? ¿No sería uno de sus múltiples... juegos? Pero...¿Por qué llegar a esto si era así? Poco a poco se daba cuenta de que su confianza hacia él había sido una debilidad y que Hanzo, de una forma despreciable, la había traicionado...

La venganza, si llegaba, sería terrible...

Ahí estaba - el plato en bandeja. La manipulación del juicio que se adaptó a las circunstancias de tal forma que todo aquel espectáculo acabaría en un momento.

- Sí - dijo sin más.

No hacía falta decir nada más. Los engranajes del engaño se movían por sí solos. Hanzo percibió una mirada atravesándolo y no le hacía falta mirar para saber quién era. Sintió la necesidad de añadir algo más, por instinto.

- Es información que se ha pasado de susurro en susurro a lo largo de los arrabales. Además, los tres suelen trabajar juntos y se dice que conocen los movimientos de la guardia real. Tendría sentido que pudiesen efectuar este tipo de atentado.

Aquella parte de su "guión" era un poco forzada. Pero no le quedó otra. Al final, lo que importaría es el final si es que todo seguía como debería.

Taneki Akodo no dejaba entrever ninguna emoción aunque, en el fondo, aquello era sumamente sencillo porque llevaba una máscara tengu. Ahora bien, tampoco dejaba traslucir sus sentimientos en sus manos, sus pies e, incluso, procuraba controlar su respiración... Todo eso con tal de que aquellos que le rodeaban no fueran conscientes del profundo odio que sentía, en aquellos momentos, hacía Hanzo Kakuma y, por primera vez, tuvo un sentimiento que podría ser o el principio del fin de su camino de rectitud como ángel o, por el contrario, el ascenso final y la confirmación de sus creencias: la duda.

Dudaba de sus superiores, no creía que aquello que veían sus ojos y que escuchaba gracias a sus oídos fuera posible. La duda era el origen de todo mal, era la causa de la fisura en la voluntad y la causa de la derrota de muchos ángeles en el pasado ¿Qué había ocurrido para que el mal hiciera mella en el poder de Taogami? ¿Como era posible que los elegidos de Shamshiel cayeran en tan bajos métodos?

Quizás aquel sería el comienzo de un sendero que llevaría a Taneki a las respuestas de todo eso y a su... purificación.

Quizás sería el fin de un ángel.

-¿Cuál era el objetivo de este atentado? - aquella pregunta, realizada por el funcionario, era el punto culminante del juicio. La respuesta de Hanzo podría cambiar no sólo su propio destino sino el de naciones enteras. Las relaciones entre Taogami y Kardas dependían de su respuesta porque...¿Qué perseguía el causante de aquel ruin asesinato? - ¿Alguien encomendó a estos culpables que planificaran ese atentado?

Días atrás, Hanzo estaba en su dojo improvisado sosteniendo en mano otra pantalla digital táctil en la cuál se extendía un largo y tedioso texto.

Lanzó una moneda a la mano del niño que se la había traído, y este, tras hacer una torpe reverencia, se fue corriendo. A este no hizo falta aniquilarlo. No, los niños pueden ser útiles y serviciales a cambio de muy poco.

Sentado en el suelo del tatami que había montado aquel extenso y viejo patio, de piernas cruzadas en el suelo, empezó a leer algunas notas más relacionadas a su nuevo contrato. Y el texto decía:

"Para el Escorpión:

Esta es la tercera y última nota que vas a necesitar - en su viaje al oeste lejano cabe la posibilidad de que se tuerzan los resultados debido a la gran seguridad que tendrás que enfrentar.

Los utensilios que le hemos enviado aumentan tu porcentaje de éxito en un 70%, sin contar con sus populares y conocidas aptitudes. Por tanto se espera un 100% de éxito, pero somos profesionales y no nos gusta presuponer. Por esto le hemos preparado un guión.

La guardia de Taogami, cómo bien sabrá, no puede matar en territorio extranjero pues es un gran riesgo político. Las fuerzas de la ley locales, por el otro lado, es mejor evitarlas.

La localización de tu punto de operación es segura, pues es un punto ciego sin cámaras y de fácil acceso..."

El texto seguía con varios puntos clave y varios planes de reserva. Hanzo aprendía todo de memoria a medida que lo leía, hasta que finalmente llegó a la línea final. Esbozó una sonrisa torcida.

"...entonces se hará la siguiente pregunta: ¿Cuál era el objetivo de este atentado? Tu respuesta ha de ser..."

Hanzo volvió en sí al escuchar la pregunta. Esbozó una sonrisa y levantó ligeramente la cabeza.

- ¿Qué objetivo puede tener un acto así? - preguntó casi con sorna y espero un par de segundos, disfrutando del silencio de los que le escuchaban confundidos antes de seguir. La guerra.

Qué dramático pensó.

- ...y es bien sabido que en Kardas disgustan de los extranjeros, especialmente los de Taogami. Se han visto muchas personas caucásicas por los arrabales buscando servicios especiales desde que se anunció la visita de la señora embajadora. Esta es mi respuesta, y todo lo que sé, pero recomendaría que sus fuerzas indaguen en el tema. Yo solo soy un mero ciudadano de clase media.

Diciendo eso, bajó de nuevo la mirada al suelo y respiró tranquilo. Necesitaba mantener la paciencia, pues una parte de él deseaba correr en dirección a su escondite y ver en qué estado estaba todo.

La declaración de Hanzo fue como un torrente de agua fría cayendo sobre el un arrozal en plena cosecha... El silencio se hizo de repente, durante unos instantes en los que todos los presentes de la sala parecían digerir las consecuencias de aquello; pero después todo el mundo comenzó a susurrar.

Aquellos murmullos no sacaron de su estupor a Taneki, su mente estaba totalmente colapsada y no terminaba de entender que es lo que ocurría. Sin duda, algo más de lo que sabía estaba detrás de todo esto, pero no podía determinar ni quién ni por qué movía aquellos hilos. Lanzar cualquier tipo de suposición sería un error, pero estaba claro que gente muy poderosa estaba detrás de lo que Hanzo decía.

Cuando el juez alzó su mano, toda la sala volvió a mantener la compostura y el saber estar. En completo silencio se levantó para enfatizar sus palabras porque, tras aquella declaración de Kakuma todo estaba dicho:

-Hanzo Kakuma- tras decir su nombre, un guardia le instó con el pie que tocara con sus labios el tatami de la sala- Queda demostrado que usted es un siervo fiel y leal al Imperio de Taogami. Queda liberado de todos sus cargos y será premiado con la insignia del Loto Azul, reservada para los civiles que llevan a cabo grandes servicios desinteresados para el emperador.

Dicho esto con una profunda pero musical voz, el juez abandonó con la máxima solemnidad posible aquella sala. Los guardias, con premura, se apartaron por completo del prisionero para que pudiera moverse con libertad. A partir de aquel momento, Hanzo Kakuma pasaba de ser un preso a todo un hombre respetable del imperio.

Taneki Akodo vio, impasible, como abandonaba la sala para dirigirse a descansar a unos aposentos adecuados... Horas más tarde tendría lugar una gran ceremonia en su honor. Eso sí, aunque perturbado, decidió que lo honorable era seguir con el mandato de sus superiores y, por ello, se dirigió a la sala de pruebas del juzgado y recogió un pequeño macuto con una serie de pertenencias.

Más tarde, mientras Hanzo esperaba para recibir toda una serie de honores de Estado (no los más importantes del Imperio, pero si relevantes), Akodo se acercó para zanjar una cuestión con el antiguo reo:

-He aquí todas tus pertenencias personales- señaló, de forma escueta, el samurai al tiempo en que, abierto, le extendía el macuto con todas las pertenencias que le habían sido arrebatadas al antiguo criminal. De todas ellas destacaba, especialmente, la máscara oni.

Dicho esto, con una leve inclinación, Akodo abandonaría el lugar seriamente perturbado...

¿Qué sería del futuro de Taogami? ¿Era cierto que Kardas quería la guerra? ¿Quedaría impune aquella afrenta?

Fuera cierto o no, el Imperio debería enviar a sus diplomáticos y a sus agentes para espiarlos. Si resultaba falsa la acusación: ¿Quién tendría ese interés y por qué?

¿Por qué habían elegido a Hanzo? ¿Jugaría algún papel más? Taneki se resistía a creer que fuera un inocente, pero leal, servidos del imperio pero, por supuesto, él no era nadie para cuestionarlo en público.

Y tal y como había sido discutido y preparado, Hanzo salía inocente de su juicio. ¿Inocente? No, qué va. Con honores.

Tal y como indicaba su paga. Cierto era que decía que si era evitable ser capturado que no se incluiría nada y su nombre seguiría en el anonimato. Cierto era que ahora sería más difícil desempeñar su trabajo de asesino. Pero había sido divertido.

Y ahora Hanzo podría evolucionar a la siguiente etapa de su plan. Era hora de que las sombras de alrededor se esfumaran.

Le guiaron a una sala lujosa, aunque pequeña, donde esperaría la siguiente parte del proceso - la entrega de su medalla. En el centro, una mesa de madera tenía una tetera que humeaba agradablemente. Un cojín rojizo indicaba el lugar para sentarse.

Y así hizo. Pero justo antes de relajarse escuchó a alguien entrar de forma rápida, directa... indispuesta. Era Taneki Akodo.

Hanzo esperaba tener que defenderse de un ataque frontal por parte de un ángel lleno de ira, pero no, mantenía la serenidad. Aunque se le notaba perturbado. Entregó sus pertenencias a Hanzo quién primero cogió la máscara con la mano derecha antes de coger el resto de objetos.

Se quedó mirando a la máscara y escuchó al ángel, quién ya iba a retirarse a toda velocidad.

- Te lo dije, Taneki. Te dije que aprenderías una lección.

Esperó un momento antes de seguir hablando. Esperaba que el ángel le escuchara aún.

- Puede que nosotros seamos enemigos naturales. ¿Pero quién es el enemigo real?

Diciendo eso, colocó la máscara en su rostro. Parecía que aún quería comprobar si le sentaba bien o no.

Y ¿cómo se tomaría Taneki aquel comentario?

En todo caso, si al final se iba, solo le quedaría esperar a la ceremonia y volver a los arrabales para ver qué quedó de su escondite.

El mundo de Taneki había sido destruido a lo largo de aquel juicio, el culpable era liberado y recibiría honores de Estado por una acción ruin y despiadada ¿Honor? Difícilmente se podría decir que el instigador de aquel maléfico plan tuviera algún mínimo sentido del honor pero albergaba ciertas dudas acerca de su procedencia: ¿Era originario de Kardas? ¿Era un demonio de las tierras del sur?

Tenía claro que fuera quien fuera, había logrado extender sus redes y su influencia dentro del corazón del propio Imperio. Taneki no imaginaba que ese instigador pudiera ser un ángel corrompido, pero si creía que algún enemigo extranjero había corrompido a gente influyente de su país ¿Su misión? Acabar con esos miembros del sano árbol que resultaba ser el imperio.

-Un caso de corrupción aislada no debe hacernos pensar que todo el sistema está perdido en la oscuridad-pensó para sí el ángel.

Por eso, había escuchado que buscaban voluntarios para volver a Kardas y para investigar toda esta trama... Se nombraría una comisión que buscaría presentar ante el Reino de Kardas todos los agravios y Taneki estaría allí. Poco a poco, trabajaría para descubrir la verdad.

- La verdad saldrá a la luz, Hanzo-diciendo esto, sin volverse para mirar a Kakuma, Taneki Akodo abandonó la sala procurando que mantenerse sereno y tranquilo aunque todo su interior bullía con la fuerza de un volcán.

Tedioso. Aquella era la única palabra que podría describir toda la falsa ceremonia de congratulación hacia un asesino que solo cumplió su trabajo. Algunos podrían haber disfrutado de recibir honores, galardones y una celebración en su honor, pero Hanzo no permitiría convertirse en alguien tan simplón.

Le acompañaron, esta vez sin grilletes y con el kimono que llevó durante el juicio, de nuevo a aquella gran sala aunque en lugar de un juicio siniestro e imperdonable hubo un discurso. Uno lleno de florituras y formalidades cuyo fin era darle una medalla con forma de flor de loto, representando sus honradas acciones hacia hacia su nación, Taogami.

Honrado mis cojones pensaba él para sus adentros.

Esperó pacientemente y con la vista bajada hasta que todo terminó para escabullirse sin levantar sospechas.

A la salida, se giró por última vez pensando en Taneki. El ángel se vio devastado. Una mueca torcida se dibujó en la cara del demonio, curioso ante la incertidumbre de cuanta verdad alcanzaría a conocer su honrado rival.

Pero en aquel momento, su objetivo era otro - los Arrabales de Sairon.